En el marco del Día Mundial contra la Hepatitis, que se conmemora hoy, diversas organizaciones vinculadas con la salud destacaron la importancia de genera conciencia sobre la prevención y la detección precoz de las hepatitis virales.
Esta efémeride recuerda al premio Nobel de Medicina, de 1976, profesor Baruch Samuel Blumberg, que hizo importantes hallazgos sobre el origen y diseminación de las enfermedades infecciosas, identificó el virus de la hepatitis B, y posteriormente desarrolló su vacuna.
“Actualmente se estima que alrededor de 500.000 personas en Argentina viven con hepatitis B y C, pero solo un 30% está diagnosticada. Esto genera dos problemas graves: el primero es el riesgo de contagiar a otras personas y el segundo es la posibilidad de que esta hepatitis produzca daño crónico del hígado que puede llevar a la muerte o a la necesidad de un trasplante hepático”, explica el doctor Federico Villamil, jefe del Centro de Hepatología y del Servicio de Trasplante Hepático del Hospital Británico, de Buenos Aires.
Diferentes tipos
Existen diferentes tipos de hepatitis y diferentes maneras de contraerlas. La hepatitis A es una enfermedad aguda, esencialmente benigna, que se cura sola en la gran mayoría de los casos. Raramente el virus de la hepatitis A produce formas fulminantes que llevan a la muerte o a la necesidad de un trasplante. Se la puede contraer a través de agua y comida que estén contaminadas con materia fecal que contiene el virus y producir epidemias con cientos o miles de casos. La prevalencia de infección por el virus A tiene una estricta relación con el desarrollo sanitario de las comunidades. Los casos de hepatitis A en Argentina, especialmente los fulminantes, han disminuido notablemente desde que se incorporó al calendario la vacuna en el primer año de vida.
La hepatitis B puede contraerse de manera sanguínea o por transmisión sexual, o en forma vertical de la madre al recién nacido. Es una enfermedad que puede evolucionar a formas crónicas y producir cirrosis y cáncer hepático. La hepatitis B puede prevenirse con una vacuna que todos deben recibir y controlarse de manera muy efectiva con tratamientos antivirales. Es importante destacar que esta hepatitis puede reactivarse si bajan las defensas como ocurre por ejemplo con la quimioterapia.
Por su parte, se estima que la hepatitis C afecta a alrededor del 1% de la población de Argentina. Las características principales de la infección por el virus C son la evolución a formas crónicas en el 80% o 90% de los casos y la ausencia de síntomas.
A pesar de eso, la hepatitis C progresa en silencio y es una causa frecuente de cirrosis y cáncer hepático. Afortunadamente, más del 95% de los casos se cura con el uso de nuevos tratamientos antivirales que son de corta duración (ocho a 12 semanas) y con muy pocos efectos adversos.
“El trasplante está indicado en pacientes con enfermedades hepáticas avanzadas e irreversibles, para las que no se dispone de ningún tratamiento alternativo. El 80% de los trasplantes se realizan en personas con cirrosis hepática que es la etapa final de diversas enfermedades crónicas (como las hepatitis B o C, entre otras) luego de años o décadas de evolución. La indicación del 20% restante de los trasplantes es la hepatitis fulminante que se caracteriza por la destrucción acelerada y masiva del tejido hepático y se asocia a un muy elevado riesgo de muerte”, explicó Villamil.
Daños irreversibles
“Cientos de miles de argentinos vienen cargando durante años con una bomba de tiempo en su organismo, sin saber que va generando daños irreversibles y que pone en riesgo su vida”, explicó por su parte Rubén Cantelmi, paciente curado y presidente de la ONG Buena Vida.
A su vez, la doctora Soledad Alonso, coordinadora de Hepatitis Virales del Ministerio de Salud de la Nación, destacó que mientras en muchos países no todos tienen acceso a los medicamentos, en la Argentina las obras sociales, las prepagas y el sistema público de salud cubren al 100% la medicación, independientemente del nivel o grado de avance en el que se encuentre la enfermedad.
“La Coordinación aboga por el testeo a mayores de 18 años, al menos una vez en la vida, y en todas las personas gestantes de cualquier edad. También es relevante lograr que aquellos que ya tienen diagnóstico vuelvan al sistema de salud y se curen, y así puedan evitar graves consecuencias hepáticas a futuro”, subrayó.
Otra estrategia efectiva es testear específicamente a poblaciones de riesgo.
Sin la intención de estigmatizar, se ha comprobado que la prevalencia de hepatitis C es mayor entre veteranos de guerra, personas privadas de su libertad, aquellos en tratamiento de diálisis y quienes recibieron frecuentes transfusiones de sangre y derivados, como los pacientes con hemofilia, por ejemplo.
El doctor Esteban González Ballerga, jefe de la División de Gastroenterología del Hospital de Clínicas José de San Martín, de Buenos Aires, coincide en la importancia de estos testeos.
“Todos pudimos haber estado expuestos al virus sin saberlo, dado que hasta mediados de los años 90, este circulaba, pero no se lo conocía y tampoco eran tan habituales las prácticas de esterilización del instrumental utilizado en quirófanos, bancos de sangre, centros de diálisis, consultorios odontológicos o al realizarse tatuajes, piercings y algunos tratamientos de belleza”, remarcó el profesional.
Nueva legislación
En qué consiste la respuesta integral
Respecto de la reciente sanción la Ley Nacional de Respuesta Integral al VIH, hepatitis virales, otras infecciones de transmisión sexual y la tuberculosis, María Eugenia de Feo, presidenta de la Fundación HCV Sin Fronteras, remarcó que representa un antes y un después en la era de las hepatitis virales en Argentina y es una medida que refuerza la voluntad de ir hacia la eliminación de la hepatitis C para 2030, tal como propuso la Organización Mundial de la Salud. Que la ley sea de respuesta integral establece el marco para garantizar la cobertura y el acceso al diagnóstico (previendo la obligatoriedad de ofrecer proactivamente testeos contra las hepatitis B y C) y a la asistencia interdisciplinaria (social, legal, psicológica, médica y farmacológica, contemplando rehabilitación y hasta cuidados paliativos), no solo para la enfermedad hepática sino para las comorbilidades asociadas. Prevé inclusive el acceso a derechos sociales, como a una jubilación anticipada o pensión en los casos en que corresponda. Fue un proyecto impulsado fuertemente por la sociedad civil desde 2009, modificado en 2013 y que aguardaba su tratamiento desde 2016. Hoy es una realidad y se espera que beneficie a miles de argentinos.